De paseo por los jardines de Valencia

María Abadía (@mariabadiaa)

Los domingos son para descansar y por eso nos tiramos todo el día sentados en el sofá a lo Homer Simpson devorando toda la programación de Divinity. O simplemente nos quedamos tumbados en la cama intentando evitar que nuestra cabeza de vueltas debido a la resaca que cogimos anoche a base de ron. Pero en vez de hacer el oso perezoso en casa, ¿por qué no descubrir nuevos mundos como los animales salvajes que de verdad somos? Por eso os proponemos lo siguiente: una vuelta por algunos de los parques de Valencia. Así os da un poco el aire y os lanzáis a la aventura un domingo cualquiera. Coged la cámara, unos tentempiés y de la mano de vuestra pareja o compañero de piso salid por la puerta de casa. ¡Comenzamos!

Nuestra ruta empieza en los Jardines de Monforte. Es un pequeño parque con más de 200 años de antigüedad rodeado por un muro que simula una muralla. La belleza de estos jardines hipnotiza a cualquier curioso que se deje atrapar por sus laberintos creados a partir de pequeños setos. Es como si nos adentrásemos en el cuento de Alicia en el país de las maravillas. Cuenta con numerosas obras de arte del mundo de la escultura y con un gran estanque de agua con renacuajos, tortuguitas y pececillos. Toda la estética del jardín está cuidada hasta el más mínimo detalle y nos traslada al siglo XIX, época dotada de elegancia, misterio y majestuosidad, justamente igual que el parque. Y no os extrañéis de ver niñas dejándose inmortalizar por las cámaras en sus trajes de comunión o parejas con sus vestidos de boda porque este jardín es como un plató de fotografía al aire libre. Es un jardín idílico.

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©Foto de Juanmi para Las Provincias

La siguiente parada son los Jardines de Viveros. Ese gran parque en el que se celebra los conciertos de verano. Es un jardín al que no le falta de nada: tiene una zona con ruinas en plan romanas, un área reservada para que los nenes se columpien y se deslicen por los toboganes, un trenecito con la cabeza de Bambi que te da una vuelta por todo el parque mientras la gente dispara instantáneas, un estanque enorme con cascada incorporada en el que los patos se dan algún que otro chapuzón, jardines con hierba y palmeras en los que uno puede acostarse a leer una novela, fuentes rodeadas por rosas de distintos colores y fragancias, y reservados con bancos de piedra en el que poder tener un momento de romanticismo con tu pareja. Es un rincón de Valencia para todas las edades. No os olvidéis de coger vuestra cámara porque más de un instante querréis capturar.

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©Foto de Óscar, Diario de un fotógrafo amateur

De Viveros nos desplazamos hasta los Jardines del Turia. Esta zona verde ocupa todo lo que antes era el antiguo cauce del río Turia. Es el lugar perfecto por el que salir a correr por las mañanas con tu malla ajustada, a pasear con tu perro y con una bolsa en mano en caso de que al animalito se le ocurriese abonar el césped, o de desengrasar las cadenas de tu bicicleta vintage. Todo lo que se te pase por la mente puede ocurrir aquí: abuelos haciendo gimnasia en las máquinas de deporte colocadas a lo largo del parque, el gigante Gulliver atrapado por niños que trepan por él, bailarines moviendo sus cuerpos al compás de los bongos, y perros que parecen osos bañándose en las fuentes como si no hubiese mañana. Cualquier cosa puede ocurrir en el río. A mitad de camino en dirección hacia Nuevo Centro, sacaría el mantel de cuadraditos en una explanada verde y me dispondría a disfrutar de un rico picnic al más puro estilo Robert Redford y Mia Farrow en El gran Gatsby.

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©José Luis Filpo Cabana

Una vez recargadas las pilas, nos vamos a nuestro último destino: el Parque de Cabecera. Es el punto clave para acabar un domingo fuera de lo ordinario. Con tu pareja, alquila una balsita y ponte a remar como si de una película de amor se tratase, o de comedia si acabáis volcando vuestro medio de transporte y termináis nadando con los patitos. Cualquiera de las dos opciones es válida. Una vez habéis terminado de remar, acostaros en una de las colinas y dad de comer a los animales plumíferos mientras disfrutáis de las maravillosas vistas. Os garantizo que los suspiros saldrán por si solos al daros cuenta de que la belleza existe.

Cuando el sol empiece a esconderse, ya es hora de volver a casa, ponerse el pijama, hacer una deliciosa cena y meditar sobre el maravilloso día que habéis tenido al aire libre por un módico precio de 0€. Buenas noches.

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